Esperanza de Dios

19 septiembre 2005

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02 septiembre 2005

Según estudio, pensar en Dios reduce problemas de ansiedad

Según estudio, pensar en Dios reduce problemas de ansiedad
OHIO, USA
, 31/08/05

Pensar en Dios parece ser una solución milagrosa contra los problemas de ansiedad y el dolor, según un estudio que publica hoy la revista científica británica New Scientist. La investigación, hecha por científicos de la Bowling Green State University de Ohio (EEUU), concluye que la meditación espiritual facilita la relajación y ayudar a las personas a soportar los dolores.

Los expertos llegaron a esa conclusión tras hacer un experimento con estudiantes voluntarios que fueron reunidos en tres grupos de meditación. En un primer grupo, el llamado "espiritual", los participantes tuvieron que concentrarse y repetir frase como "Dios es amor" y "Dios es paz".

Los investigadores pidieron a un segundo grupo, el "secular", que pronunciase frases del tipo "Soy feliz" o "Estoy contento", mientras que al tercero simplemente le requirieron que se relajase.

Los tres grupos practicaron las tareas encomendadas por los expertos durante veinte minutos cada día durante dos semanas, mientras los investigadores usaban técnicas psicológicas para evaluar el estado de ánimo de los participantes. Asimismo, los autores del estudio probaron la resistencia de los estudiantes al dolor midiendo el tiempo que los estudiantes podían mantener las manos en un recipiente con agua a dos grados centígrados de temperatura.

Al final, los voluntarios del grupo "espiritual" dieron muestras de una mayor reducción de la ansiedad que el resto, toda vez que fueron capaces de tener las manos en agua fría durante un periodo de tiempo dos veces más largo que los otros participantes. La directora del estudio, la profesora Amy Wachholtz, de la citada universidad estadounidense, explicó que, al pensar en Dios, los estudiantes del grupo "espiritual" alcanzaron un estado más complejo que la mera relajación.

"Es posible que exista algo único e inherente a la práctica de la meditación espiritual que no puede conseguirse a través de la meditación secular o la relajación", comentó la profesora.

01 septiembre 2005

La batalla espiritual en el campo de la mente

1 Corintios 2:11-14 (Nueva Versión Internacional)

11En efecto, ¿quién conoce los pensamientos del ser humano sino su propio espíritu que está en él? Así mismo, nadie conoce los pensamientos de Dios sino el Espíritu de Dios.

12Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo sino el Espíritu que procede de Dios, para que entendamos lo que por su gracia él nos ha concedido.

13Esto es precisamente de lo que hablamos, no con las palabras que enseña la sabiduría humana sino con las que enseña el Espíritu, de modo que expresamos verdades espirituales en términos espirituales.*

14El que no tiene el Espíritu* no acepta lo que procede del Espíritu de Dios, pues para él es locura. No puede entenderlo, porque hay que discernirlo espiritualmente.


Verso 11 - Espíritu del hombre: obedece a la ley de la mente. (La lámpara del Señor: Proverbios 20.27)
Verso 11 - Espíritu de Dios: obedece a la ley de Dios. Verso 12 - Espíritu del mundo: obedece a la ley del pecado.


La batalla espiritual debe llevarse a cabo en el ámbito espiritual.


Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne. 2 Corintios 10.3


Las cosas de Dios no pueden ser conocidas por el espíritu del hombre o el espíritu del mundo. Los pensamientos o las cosas del hombre no pueden ser conocidas sino por el espíritu del hombre que esta dentro de su ser (excepto por Dios quien conoce los intentos y corazones de los hombres).


El creyente (la persona que ha nacido de nuevo) ha recibido el Espíritu que proviene de Dios. Una parte de la naturaleza divina es dada o impartida al hombre. Juan lo llama el Espíritu de verdad. Dios es Espíritu y nos ha dado de su Espíritu quien habita dentro de nuestro ser.


El hombre es un ser tripartito (consiste de tres partes): espíritu, alma y cuerpo (1 Tesalonicenses 5.23).


El hombre natural esta muerto espiritualmente. Debi­do a su naturaleza toda persona tiene que nacer de nuevo espiritualmente. De no tener esa experiencia de regene­ración o nuevo nacimiento todo su ser está muerto espiritualmente.


Cuando naces de nuevo, Dios imparte en ti una nueva naturaleza. El nos da de su Espíritu y nacemos de nuevo espiritualmente (somos nueva creación) y su Espíritu habita dentro de nosotros.


En el Antiguo Testamento no se encuentra en ninguna parte la palabra conciencia (treinta y dos veces en el Nuevo Testamento). En hebreo era llamada “el espíritu del hombre.” (ruwach) (ánimo) percepción, razón, men­te, comprensión, Inteligencia. (Proverbios 20.27; Job 32.8; Proverbios 18.14 [ánimo o espíritu]; Eclesiastés 7.9).


El espíritu del hombre reside dentro de su alma. La mente, la voluntad y las emociones residen en esa parte de tu naturaleza. Comúnmente es mas conocida como la conciencia del hombre. El espíritu del hombre es la lámpara del Señor que escudriña (busca) lo más profun­do del corazón (de nuestro ser). (Hechos 24.16; Juan 8.9; 2 Corintios 1.12; 1 Timoteo 1.5; Hebreos 13.18; Romanos 2.14-15; 9.1; 13.1, 5).


Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo del corazón.
Proverbios 20.27


Una lampara da luz (ilumina, irradia, revela).


Los cuales muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos. Romanos 2.15


En medio de la batalla espiritual la resistencia toma lugar en la mente; es el Espíritu de Dios contra el espíritu del mundo.


Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al poder del pecado. Porque no comprendo mi proceder; pues no pongo por obra lo que quiero, sino que lo que aborrezco, eso es lo que hago. Y si lo que no quiero, eso es lo que hago, estoy de acuerdo con la ley, de que es buena. De manera que ya no soy yo quien obra aquello, sino el pecado que mora en mi. Porque yo se que en mi, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien lo tengo a mi alcance, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso es lo que pongo por obra. Y si lo que no quiero, eso es lo que hago, ya no lo obro yo, sino el pecado que mora en mi.

Encuentro, pues, esta ley: Que, queriendo yo hacer el bien, el mal está presente en mi. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo la otra ley en mis miembros, que hace guerra contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. jMise­rable hombre de mi! ; ¿quien me libertará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por medio de Jesucristo nuestro Señor. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado. Romanos 7.14-25


La batalla o conflicto espiritual (conflicto entre dos naturalezas, la carnal y la espiritual) es la batalla entre el Espíritu de Dios que habita dentro de ti y el espíritu del mundo que está en ti. Esta batalla siempre toma sitio en el espíritu del hombre, o sea, en la mente donde están la voluntad y las emociones.


Las naturalezas carnal y espiritual batallaran en el alma. Cada cual tratará de vencer o conquistar y derrotar a la otra si la voluntad del hombre lo permite.


Pablo se deleita en la ley de Dios que moraba en su hombre interior (el Espíritu revelado, el Espíritu de Dios). El hecho de que el Espíritu de vida lo había librado de la ley del pecado y de la muerte lo hacía reconocer que la naturaleza carnal batalla continuamente con la nueva naturaleza espiritual. Reconocía pues que el campo de batalla está en la mente. Y es con la mente que servia a la ley de Dios y con la carne a la ley del pecado de la cual estaba cautivo (versiculo 23).


El Espíritu Santo dentro de tu propio espíritu trata de poner tu alma, tu mente, tu voluntad, tus emociones y tu conciencia bajo sumisión, control u obediencia, es decir, bajo conformidad a las cosas del Espíritu, a la ley de Dios. En otras palabras eres guiado (manejado, conducido) por el Espíritu de Dios y tu espíritu (espíritu de hombre) se somete a la dirección y al control del Espíritu de Dios.


Al mismo tiempo tu carne, la naturaleza carnal en ti está también tratando de guiar o controlar tu mente, tu voluntad, tus emociones, tu conciencia. A través de tus cinco sentidos (el oído, la vista, el tacto, el olfato y el gusto) ataca tu alma para ponerla bajo sumisión o control de la carne, es decir a obedecer la ley del pecado.


Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el espíritu, y el del espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre si, para que no hagáis lo que querríais. Gálatas 5.16-17

El deseo (epithumeo): es el impulso que mueve a edificar o anhelar o ansiar.


El cristiano necesita saber y confesar que es más poderoso el Espíritu de Dios dentro de nosotros que el espíritu del mundo. Y que si podemos poner nuestra mente y ser guiados en las cosas del Espíritu de Dios y no en las de la carne. Podemos vencer los ataques del enemigo (el cual usa la carne). Pablo dice que la carne es enemistad contra Dios. Si derribas imaginaciones, pensamientos y argumentos que se levanten contra la obediencia a Cristo, la naturaleza carnal no podrá con­trolarte, sino que serás controlado por el Espíritu de Dios (2 Corintios 10.3-5; Romanos 8.5-8, 13-14).


Satanás batalla contra la naturaleza de Dios usando la carne. Utiliza además los cinco sentidos como instrumen­tos para motivar y controlar la mente y hacer lo que no complace a Dios, lo que es desagradable y ofensivo a Dios.


Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, la codicia de los ojos, y la soberbia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. 1 Juan 2.16


A través de la codicia (desear ansiosamente) de los ojos, los deseos de la carne y el orgullo o soberbia de la vida el espíritu del hombre desea controlarte y si lo logra traerá lo destrucción. Porque si vivimos conforme a la carne invitamos a la muerte o a la destrucción.


Vio, pues, la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codi­ciable para, alcanzar la sabiduría; y tomo de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Genesis 3.6


El espíritu del hombre consiste en la voluntad. Tu puedes seguir la dirección de la carne o del espíritu, mas no puedes servir a dos maestros. El hombre espiritual busca las cosas de Dios, su alma desea ser satisfecha por su sed del Dios vivo.


David escribió en el Salmo 42.2a: “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo­.


El enemigo ataca por medio de las obras de la carne. Por el espíritu del mundo y mediante los cinco sentidos combate al espíritu del hombre con dardos de celos, envidia, división, odio, lujuria. Las cosas del mundo y los placeres carnales traen como resultado pobreza, enfermedad y la muerte física.


Al mismo tiempo el Espíritu de Dios desea vitalizar el espíritu del hombre. El pide la renovación o renuevo de la mente (una nueva forma de pensar), que nos conduzca a poner la carne bajo sumisión y a acercarnos a Dios.


El deseo del Espíritu de Dios es elevar el nivel de tu alma y tu cuerpo a la medida del hombre perfecto y maduro y a la plenitud de Crist
o.


El fruto es producido en el espíritu del hombre bajo la dirección del propio Espíritu Santo.


"
Si permanecemos en Cristo llevamos mucho fruto» (Vease Juan 15.2). -En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así, mis discípulos" (Juan 15.8).


Los capítulos 5 y 6 del libro de Gálatas nos indican las obras de la carne y las del Espíritu. Si siembras para el Espíritu cosechas fruto espiritual. Si siembras para la carne cosechas fruto carnal lo cual te impide recibir las bendiciones del Reino de Dios, de reclamar la herencia y dichas bendiciones. Si siembras para la carne los resultados son para muerte, si siembras para el Espíritu, recibes vida y paz.


Si caminas de acuerdo a los deseos de la carne y pones tu mente en las cosas de la carne, estas permitiendo que el espíritu del mundo controle tu voluntad. Cuando haces esto no puedes agradar a Dios. Mas si pones tu mente en las cosas del Espíritu y controlas tu carne, entonces no estas en servidumbre al pecado y disfrutas de vida y paz (Gálatas 5.16-26).


La ley de, Jehová es perfecta, que reconforta el alma.
Salmo 19.7